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Escenas de corral

á una especie tan rara, nadie, ni siquiera las gallinas, nos hacen gran caso. Pero ¿qué más da? Nosotras nos paseamos con la mayor tranquilidad por entre esa muchedumbre sin educación y sin principios; y poco amigas de querellas decimos de los demás todo el bien que en ellos descubrimos. Pero en realidad, prescindiendo de nosotras dos y el gallo, no

hay en todo el corral nadie que valga nada. Oíd, queridito: ¿veis allá abajo aquel pato que tiene las plumas negras? No os fieis de él: es un traidor. Aquel otro de las plumas verdes y amarillentas, es un ente grosero, que nunca os dejará hablar el último. Aquella hembra grande que anda por allá chapuzando en el lodo, habla mal de todo el mundo, lo cual no deja de ser una abominable falta. Aquí no hay más que la Portuguesa, con quien poder tratarse: tiene algunos hábitos sociales; pero se hace fastidiosa hablando de Portugal continuamente.»

Acercóse luego el marido de la Portuguesa, expre-