Página:Cuentos de Andersen (1908).pdf/251

Esta página ha sido corregida
246
Aventuras de un cardo

toy aquí y hace ya ocho días que se han celebrado las bodas. Y á pesar de que este enlace yo lo he hecho, nadie se acuerda de mí, como si no existiera, y aquí me dejan á que me consuma. Ya saben ellos que me sobra orgullo para no dar un paso hacia los ingratos; y por otra parte, aunque quisiera moverme, no podría. Nada, un poco de paciencia.»

Iban transcurriendo las semanas, y el cardo ya no le quedaba más que una flor, grande y abierta como si fuera de alcachofa, situada muy cerca de las raíces. Era una flor robusta, combatida por el viento, y sus colores fueron perdiéndose, quedando por último reducida á tal aspecto, que parecía un sol plateado.

Un día la joven pareja, á la sazón marido y mujer, dieron un paseo por el jardín, llegando cerca del seto, á través del cual la hermosa escocesa tendió unal mirada por la campiña.

—«Toma, dijo, ahí está el cardo todavía; pero no tiene flores.»

—»Si, todavía tiene una ó por lo menos el espectro de la última, dijo el joven señalando el cáliz seco y blanquecino.»

—«¡Y no obstante así y todo es hermosa! exclamó la dama. Vé á cogerla para reproducirla en el marco de nuestro retrato.»

El joven tuvo que atravesar el seto nuevamente: cogió la mustia flor del cardo, no sin recibir las consiguientes picaduras, pues no en vano la había llamado espectro. No por esto lo tomó á mal el joven, pues se trataba de complacer á su esposa, quien la llevó al salón, en donde había un cuadro representando al joven matrimonio, ostentando el esposo en el ojal una flor de cardo. Mucho se habló de la primera flor y de la última que brillaba como un copo de plata y que debía servir de modelo para ir cincelada en el marco.

El viento difundía á lo lejos todo cuanto se hablaba en la casa.