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Segundo Huarpe

rección al lecho del "Gringo". Pero cosa rara, a medida que la hirsuta visitante ganaba terreno iba disminuyendo de volumen, llegando a tener cerca de la cama el tamaño de una avellana. El animal llegó hasta un pie del desesperado Raúl, y, después de hacer unas volutas en el talón, dirigióse al dedo grueso. De ahí descendió al metatarso describiendo complicadas rúbricas. Allí la horrible visión comenzó a transfigurarse. Su cuerpo negro, radiado, tomó color de oro, y sus ojos, que antes parecían cuentas de azabache, tornáronse piedras rojas, transparentes. El pavor de Raúl convirtióse desde ese instante en admiración, y la sensación horripilante que el animal le había producido hasta entonces en sus excursiones anatómicas, se trocó en un cosquilleo agradable.

Siguió la araña rutilante por la cresta de la tibia, haciendo excursiones por los lados de la pierna en caprichosos arabescos. Llegó a la rótula, hizo allí unas circunferencias y se detuvo. Raúl estaba fascinado; se sentía poseedor del mágico animalito. Este inició una ascensión por la cara interna del muslo, y el "Gringo" comenzó a experimentar así como una caricia voluptuosa. La araña se detuvo, miró al "Gringo", y con rapidez abandonó el lecho. Metióse en un zapato, salió de él y trepóse en una silla. Raúl la devoraba con la vista. Dirigióse nuevamente al lecho. En ese instante se abre la puerta del aposento de par en par y la pieza se munda de luz solar, blanca, y entra Joaquín. Niño. Que se le espera a Vd. Todo el mundo está a la mesa. Son las 13 horas.

. Raúl se sienta en la cama medio dormido, la luz no le deja abrir los ojos.

—Y la araña?, pregunta al sirviente.