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Cuentos cortos

Era proverbial en el colegio que la "Pichona" "servía para pensar". Cuando un alumno quería refrescar una lección que debía dar en clase, ponía la vista en la "Pichona", como si fuera el suelo o el espacio, y la lección se reproducía en la mente como en un espejo, tersa, fresca.

Sólo un vicio tenía el pobre animal: picotear el calzado que le venía cerca. Esto ocasionóle muchas patadas de espíritus adustos. Pero ella no lo hacía por dañar, no, que lo hacía por vía de cariño, como quien dâ una palmadita.

Entrado el sol, la "Pichona", después de haber sido arrastrada por el pico muchas veces y maltratada otras por cuantos quisieron hacerle pagar los vidrios rotos, retirábase con su acostumbrada majestad al dormitorio del Colegio y ahí pasaba la noche debajo de algún lecho amigo. Al primer canto de gallo abandonaba el inmenso salón, hora en que el mozo encargado del alimento de los animales arrojaba a la leona y aves de rapiña las entrañas con que debían alimentarse, y que ella miraba con desdén a la espera de las pasas, de los higos secos, de las nueces, las frutas, los migajones y las sobras que le vendrían más tarde sin regateo y sin hora fija.

Pero no hay en este mundo ventura eterna, y la pobre "Pichona" tampoco la tuvo.

Había un interno, muchacho díscolo, que se quejó un día de que la "Pichona" habíale deteriorado unos botines. En balde se trató de convencerle de lo contrario; de que el pobre animal nunca había hecho semejante cosa. Que su vicio, o hábito, consistía en dar golpes cariñosos con el pico, y que jamás podían perju-