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Cuentos Clásicos del Norte

reposó Rip absorto en la contemplación de esta escena. La noche caía gradualmente; las montañas comenzaban a tender sus grandes sombras azules sobre el valle; Rip comprendió que reinaría la obscuridad mucho antes de que pudiera regresar a la aldea y lanzó un hondo suspiro al pensamiento de afrontar la temida presencia de la señora Van Winkle.

Cuando se preparaba a descender, oyó una voz que gritaba a la distancia: "¡Rip Van Winkle! ¡Rip Van Winkle!" Miró en torno suyo, pero sólo pudo descubrir un cuervo cruzando la montaña en vuelo solitario. Creyó que hubiera sido una ilusión de su fantasía e iniciaba de nuevo el descenso, cuando llegó hasta él idéntico grito atravesando el ambiente tranquilo de la tarde: "¡Rip Van Winkle! ¡Rip Van Winkle!" al mismo tiempo que Wolf, erizando el lomo y lanzando un ladrido concentrado, refugiábase al lado de su amo, mirando temerosamente al valle. Rip sintió que una vaga aprensión se apoderaba de su espíritu; miró ansiosamente en la misma dirección y advirtió una figura extraña que avanzaba con dificultad en medio de las rocas, inclinándose bajo el peso de cierto bulto que llevaba en sus espaldas. Sorprendióse Rip de ver un ser humano en aquel lugar desierto y aislado; pero juzgando que pudiera ser alguien del vecindario necesitado de su ayuda, se apresuró a brindarle su asistencia. Conforme se aproximaba sorprendíase más y más ante el aspecto singular del desconocido. Era un viejo pequeño y cuadrado, de barba gris y