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El Hombre sin Patria

Quizá si fué durante esta segunda travesía— pues que ello aconteció en el Mediterráneo— cuando tuvo ocasión de bailar con Mrs. Graff, famosa belleza del sur en aquella época. Habían estado fondeados largo tiempo en la bahía de Nápóles donde los oficiales intimaron mucho con la marina inglesa que les ofreció grandes fiestas; por lo cual pensaron nuestros hombres corresponder las atenciones dando un suntuoso baile a bordo del buque. Cómo pudo realizarse esto a bordo del Warren, no sabría decirlo. Tal vez no era el Warren, o tal vez las damas de aquel tiempo no necesitaban tanto espacio como las de hoy. Precisaba a los oficiales disponer con algún fin del camarote de Nolan, y les disgustaba pedírselo sin invitarle para el baile; de manera que el capitán autorizó la invitación, siempre que ellos aceptaran la responsabilidad de evitar que conversara con personas inconvenientes "que pudieran darle noticias." Así, el baile se verificó, siendo la fiesta más hermosa de la temporada, me atrevo a decir; pues jamás he sabido que no lo fueran los saraos de la gente de guerra. Entre las damas contábase la familia del cónsul de los Estados Unidos, una o dos viajeras que se habían aventurado hasta allí y un lindo grupo de señoritas y señoras inglesas, quizá si hasta la misma Lady Hámilton.

Bien; diferentes oficiales se turnaban conversando amistosamente con Nolan en forma de evitar que otra persona le hablase. La fiesta transcurría alegremente; y después de las primeras horas los mismos camaradas que montaban la guardia