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Cuentos Clásicos del Norte

uniforme regular del ejército, no se le permitía usar los botones que llevaban las iniciales o la insignia del país que había desconocido.

Recuerdo que poco tiempo después de haberme agregado a la marina, me encontraba una vez en tierra con algunos de los oficiales más antiguos de nuestro buque, y los del Brandywine con quienes nos reunimos en Alejandría. Teníamos licencia para hacer una excursión al Cairo y a las Pirámides. Mientras nos zangoloteábamos a lomo de burro en aquella dirección, algunos de estos caballeros (los jóvenes les llamábamos "Dons"' entonces, pero la frase cambió hace largo tiempo) comenzaron a hablar de Nolan, y uno de ellos manifestó el sistema que se seguía con respecto a sus libros y a sus lecturas. Como casi nunca se le permitía desembarcar aunque el buque estuviera fondeado en el puerto largos meses, el tiempo se le hacía pesado con frecuencia, y cualquiera estaba autorizado para prestarle libros siempre que no fueran publicados en América, ni hicieran mención de este país. Esta clase de libros era muy común en aquel tiempo, en que la gente del otro hemisferio se preocupaba de los Estados Unidos tanto como nosotros del Paraguay. Recibía así, pronto o tarde, todos los periódicos extranjeros que llegaban al buque; solamente que alguien los revisaba primero y recortaba cualquier aviso o capítulo en que se aludiera por incidencia a la América del Norte. Esto resultaba un poco cruel a veces, cuando lo escrito detrás de lo cortado era tan inocente como el Hesiodo. En la mitad de alguna relación sobre