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Cuentos Clásicos del Norte

Tomaréis al prisionero a bordo de vuestro buque, y le guardaréis con toda clase de precauciones para impedir su fuga.

Le procuraréis alojamiento, mesa y vestidos en relación con el grado de oficial que había alcanzado en el ejército, como si fuera a bordo un pasajero por asuntos del gobierno.

Los caballeros pueden hacer a bordo cualquier arreglo que juzguen conveniente con respecto a su sociedad. No debe exponérsele a ninguna falta de cortesía, ni es necesario recordarle que se encuentra prisionero.

Pero bajo ningún concepto oirá hablar de su patria ni leerá la menor noticia concerniente a los Estados Unidos; y recomendaréis especialmente a los oficiales a vuestras órdenes que, en las diversas concesiones que dicha persona pueda obtener, cuiden de que se mantenga esta regla que envuelve su expiación.

La intención del gobierno es que jamás vuelva a ver el país de que ha renegado. Antes de la terminación de vuestro viaje, recibiréis órdenes acerca de la forma en que esto debe verificarse.

Respetuosamente,
Por el Departamento de Marina,
W. Sóuthward.

Si hubiera conservado yo en la memoria esta orden completa, no habría solución de continuidad al principio de mi historia. Por lo que respecta al capitán Shaw, siempre que fuera él, pasó la orden a su sucesor en el puesto, y éste, a su vez, al que le siguió; y supongo que el capitán del Levant la conserva hasta hoy como documento para probar su derecho de conservar a aquel hombre bajo su indulgente custodia.

La regla adoptada a bordo del buque en el cual conocí al "hombre sin patria" era la misma que se había observado desde el principio, según creo.