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Cuentos Clásicos del Norte

teandole los oídos con su incuria, su pereza y la ruina que atraía sobre su familia. Mañana, tarde y noche trabajaba su lengua sin cesar, y cada cosa que él decía o hacía provocaba seguramente un torrente de doméstica elocuencia. Rip tenía solamente una manera de contestar a estas reprimendas que, en razón del continuo uso, había llegado a convertirse en hábito. Encogía los hombros, sacudía la cabeza y levantaba los ojos al cielo sin pronunciar una palabra. Esta mímica daba siempre lugar a una nueva andanada de parte de su mujer; de modo que se veía constreñido a reunir sus fuerzas y tomar el portante, único recurso que queda, en verdad, al marido maltratado por su mujer.

El único aliado con que contaba Rip en la familia era su perro Wolf (lobo), tan maltratado como su amo, pues la señora Van Winkle juzgaba a ambos compañeros de ociosidad, y aun miraba a Wolf con malos ojos considerándole culpable de los frecuentes extravíos de su dueño. La verdad es que bajo todo punto de vista era Wolf un perro honorable, y valeroso como el que más para corretear en los bosques; pero ¿qué valor puede afrontar el continuo y siempre renovado terror de una lengua de mujer? Apenas entraba Wolf en la casa decaía su ánimo y con la cola arrastrando por el suelo o enroscada entre las piernas deslizábase con aire de ajusticiado mirando de reojo a la señora Van Winkle, y al menor blandir de la dama un palo de escoba o un cucharón volaba a la puerta con quejumbrosa precipitación.