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Cuentos Clásicos del Norte

hacía cosa de cincuenta años y, a la verdad, por todos los marineros de la armada. Hasta podría decir que muchos de los hombres que acostumbraban beber con el un vaso de vino una vez a la quincena durante viajes de tres años, nunca supieron que su nombre era Nolan, y ni siquiera si el infeliz tenía nombre alguno.

No hay ningún mal en referir la historia de este ser infortunado. Hasta hoy ha habido razón para guardar secreto absoluto, aun cuando terminó la administración de Mádison en 1817; secreto de honor entre los oficiales de la armada que tenían sucesivamente bajo custodia a Nolan. Y dice muy alto ciertamente del esprit de corps de la profesión y del honor personal de sus miembros que la historia de este hombre haya sido totalmente desconocida a la prensa y, según creo, a toda la nación. Por ciertas investigaciones hechas en los archivos navales, cuando fuí agregado al despacho de los astilleros, me inclino a pensar que los informes oficiales a su respecto se quemaron cuando el incendio de los edificios públicos en Washington. Uno de los Túcker, o quizá uno de los Watson, estuvo a cargo de Nolan a la terminación de la guerra; y cuando, al regresar del viaje, presentó su informe en Washington a uno de los Crówninshield, que se encontraba entonces en el departamento de marina, descubrió que en las oficinas de estado se ignoraba por completo tal historia. No sabría decir si era desconocida en realidad o si la política adoptada consistía en un "Non mi ricordo." Pero lo que sé es que, desde 1817 y quizá antes,