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Cuentos Clásicos del Norte

que se refieren en las páginas siguientes, como el mismo relato escuchado de labios de los ancianos sobre la suerte de los pocos combatientes que sobrevivieron en la retirada de la "batalla de Lóvell."

Brillaban alegremente los primeros rayos del sol sobre la copa de los árboles a cuyo pie reposaron la noche anterior dos hombres, sus miembros fatigados y heridos. Habían preparado su lecho de hojas secas de roble sobre el pequeño plano que se extendía al pie de una roca situada cerca del punto prominente de una de aquellas ondulaciones del terreno que prestan tan variado aspecto a la comarca. La masa de granito, elevando su bruñida y lisa superficie a quince o veinte pies sobre sus cabezas, semejaba una gigantesca piedra tumularia, en que las venas naturales parecían formar una inscripción en caracteres olvidados. En una extensión de varios acres en tomo de esta roca, los robles y otros árboles de madera dura habían reemplazado a los pinos, producto ordinario del terreno, y un joven y vigoroso renuevo de roble se erguía inmediatamente detrás de los viajeros.

Las graves heridas del hombre más anciano le habían privado del sueño evidentemente; pues apenas se posó el primer rayo del sol en la copa del árbol más elevado, enderezóse penosamente de su posición yacente y se sentó. Las líneas profundas de su rostro y algunas hebras grises en sus cabellos acusaban que había pasado de la edad mediana; pero su musculoso cuerpo habría sido capaz de