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Feathertop

—¡Polly! ¡Polly, hija mía!— grito el viejo mercader. —Ven acá, chiquilla.—

El continente del magistrado aparecía turbado e indeciso cuando abrió la puerta.

—Este gentilhombre, —continuó, presentando al extranjero,— es el caballero Feathertop, no, perdonadme, es Lord Feathertop, que me trae un recuerdo de una antigua amiga. Cumplid vuestros deberes sociales con su señoría, niña, y honradle como su calidad merece.—

Después de estas pocas palabras de presentación, el magistrado abandonó el salón. Mas si en este breve instante hubiera mirado Polly a su padre en vez de dedicarse por entero a la contemplación del brillante caballero, habría podido comprender que algún peligro se cernía a la inmediación. El viejo estaba nervioso, inquieto y muy pálido. Tratando de esbozar una sonrisa cortés deformaba su rostro en una mueca galvánica, que se convirtió en ceño feroz tan pronto como Feathertop hubo vuelto las espaldas; al mismo tiempo que amenazaba con el puño cerrado y golpeaba el suelo con su pie gotoso; falta de cortesía que trajo consigo su inevitable y doloroso resultado. Parece, en verdad, que la palabra de introducción de Mamá Rigby, sea cual fuere, actuaba más por el temor que por la voluntad sobre el rico mercader. Siendo además hombre de extraordinaria sagacidad y penetración, advirtió que las figuras pintadas en la pipa de Feathertop estaban dotadas de movimiento. Mirando con mayor atención, pudo convencerse de que aquellas figuras eran una partida de diablillos