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y completó el conjunto con un empolvado sombrero de tres picos adornado con las más largas plumas de cola de gallo que se pudiera imaginar.

Tan luego que la vieja hubo terminado, colocó esta figura en un rincón de su cabaña, riendo al observar el amarillo rostro del espantajo con la pequeña naricilla picaresca levantada al aire. Tenía un cómico aspecto de satisfacción de sí mismo y parecía decir: "¡Pero, venid a admirarme!"

"¡Y es un hecho que sois digno de que se os admire!" murmuró Mamá Rigby, llena de maravilla ante su obra. "He fabricado muchos muñecos desde que soy bruja, pero se me figura que éste es el mejor de todos. Casi es demasiado magnífico para espantajo. Y ahora, llenaré primero mi pipa con tabaco fresco y lo llevaré en seguida a la sementera de maiz."

Mientras llenaba su pipa, seguía mirando la anciana con cariño casi maternal al espantajo en su rincón. A decir verdad, sea casualidad o destreza, o quizá sólo hechicería, había algo maravillosamente humano en la ridícula figura acicalada con su harapiento esplendor, y que parecía arrugar su amarillo semblante en una mueca de curiosa expresión entre desdén y regocijo, como si comprendiera que representaba en sí misma una burla a la humanidad. Mientras más la contemplaba Mamá Rigby, más satisfecha se hallaba de su labor.

—¡Dickonl! —gritó imperiosamente— ¡fuego otra vez para mi pipa—

Apenas había terminado, cuando apareció como