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Leyendas de la Casa Provincial

en grandes nubes, visible emblema, me figuro, de la nebulosa obscuridad de su relato. Además, mi exuberante fantasía se distrajo con el repiqueteo de la cuchara en un vaso de ponche de whisky que Mr. Thomas Waite preparaba para un consumidor. Tampoco contribuía en mucho a la apariencia pintoresca de los muros ensamblados, la pizarra de la diligencia de Bróokline que pendía allí en vez del escudo armorial de algún gobernador de antiguo linaje. Un mayoral, sentado cerca de una de las ventanas y leyendo un diario de a centavo, el Times de Boston, ofrecía también un aspecto muy poco adecuado para reproducirse entre fotografías de "tiempos de Boston," de setenta o cien años ha. En el hueco de la ventana había un paquete muy bien envuelto en papel obscuro, cuya dirección tuve la trivial curiosidad de leer: "Miss Susan Huggins, Province House."

Alguna linda camarera, indudablemente. En verdad, es labor terriblemente ardua querer arrojar el encanto de la pátina de antigüedads obre localidades con las cuales tenga algo que ver el mundo viviente y los días que se deslizan apresuradamente sobre nuestras cabezas. Sin embargo, al contemplar la magnificente escalera, por la cual descendió la procesión de viejos gobernadores, y atravesar el venerable portal en el que su fantasma me había precedido, me llenó de gozo la conciencia de sentir un estremecimiento de pavor. Entonces, lanzándome por el estrecho pasillo abovedado, unos cuantos pasos me transportaron de nuevo en medio de la densa multitud de la calle de Wáshington.