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Cuentos Clásicos del Norte

Casi invariablemente, en verdad, conservaban sus rostros ocultos en profunda sombra. Pero oíase murmurar al doctor Byles y a algunos otros caballeros, que habían conocido por largo tiempo a los gobernadores sucesivos de la provincia, los nombres de Shírley, Pównall, de Sir Frances Bérnard, y el recordado Hútchinson; confesando de aquella manera que los actores, quienesquiera que fuesen, habían conseguido representar los rasgos característicos de los verdaderos personajes en su procesión de fantasmas de gobernadores. Al desaparecer por el portal, extendían sus brazos aquellas sombras hacia la obscuridad de la noche con formidable expresión de dolor. Tras de la forma que personificaba a Hútchinson aparecía una figura marcial sosteniendo delante de su rostro un sombrero de tres picos que había retirado de su empolvada cabeza; pero las charreteras y demás insignias de su clase eran las de un oficial general; y algo en su porte recordaba a los presentes la figura de un personaje que había sido recientemente el amo de la casa provincial y de toda la comarca.

—¡La figura de Gage, tan exacta como en un espejo!— exclamó Lord Percy, palideciendo.

—¡No, por cierto!— profirió Miss JóliflFe, riendo nerviosamente; —no puede ser Gage, puesto que Sir Wílliam habría saludado en este caso a su antiguo compañero de armas. ¡Quizá no dejará pasar al próximo sin desafiarle!

—Podéis estar segura de ello, señorita mía,— respondió Sir Wílliam Howe, fijando la mirada