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Leyendas de la Casa Provincial

fiesta con alegres y risueñas melodías. Era tambor mayor de un regimiento inglés.

—Dighton,— interrogó el general, —¿qué significa esta farsa? ¡Haced callar inmediatamente a vuestra banda con su marcha funeraria, o palabra que tendrán motivo suficiente para su lúgubre vena! ¡Hacedlos callar, bribón!

—Con el perdón de vuestro honor— respondió el tambor mayor, cuyo rubicundo rostro había perdido por completo el color, —la culpa no es mía. Yo y mi banda estamos aquí todos reunidos; y dudo que ninguno de nosotros pudiera tocar esa marcha de memoria. Sólo la he oído una vez, en ocasión de los funerales del difunto rey su majestad George II.

—¡Bien, bien!— dijo Sir Wílliam Howe, recobrando su compostura. —Éste es el preludio de alguna extravagante mascarada. Dejadlo pasar.—

Una nueva figura apareció en aquel momento; mas, entre todas las máscaras fantásticas dispersas en los salones, ninguno pudo decir con certeza de dónde venía. Era un hombre con traje de sarga negra de moda antigua, y que tenía la apariencia de mayordomo o criado principal de la casa de algún noble o rico propietario rural inglés. Avanzó hacia la puerta exterior de la mansión y, abriendo por completo ambas hojas, se hizo a un lado y miró hacia atrás en dirección de la gran escalera, como si aguardase que alguien descendiera por allí. Al mismo tiempo, la música de la calle ejecutaba altas y dolientes llamadas. Sir Wílliam Howe y sus invitados dirigieron sus miradas a la