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Leyendas de la Casa Provincial

la calle de Washington que la circundan. Jamás un rayo de sol ilumina esta mansión, donde tampoco luce ya el resplandor de las antorchas de los saraos, extinguidas desde la época de la revolución. El objeto más antiguo y decorativo que allí se encuentra es una chimenea formada de placas de porcelana azul holandesa, con figuras representando escenas de la Escritura; y por cuanto yo me sé, las damas de Pównall o Bérnard debían ocupar allí su sitio junto al fuego, mientras referían a sus hijos la historia de cada una de las azules placas de porcelana. Una cantina de estilo moderno, bien surtida de recipientes, botellas, cajas de cigarros y bolsas de malla para los limones, y provista de un receptáculo de cerveza y de una fuente de soda, se extiende en toda la longitud de uno de los costados de la habitación. Cuando entré, un viejo personaje chasqueaba los labios en forma tal que me hizo comprender que los salones de la Casa Provincial contienen todavía buenos licores, aun cuando indudablemente de distintos viñedos de los que acostumbraban surtirse los antiguos gobernadores. Después de saborear un vaso de sangría preparado por las diestras manos de Mr. Thomas Waite, traté de que el digno sucesor y representante de tantos personajes históricos me guiara a través de la mansión, tan venerada en otro tiempo.

Satisfizo mis deseos prontamente; mas, a decir verdad, tuve que poner en juego enérgicamente mi imaginación para encontrar algo de interesante en una casa que, despojada de sus recuerdos históricos, tiene solamente el aspecto de una taberna favoreci-