decir cómo escapó entonces mi hermano mayor, porque jamás tuve oportunidad de averiguarlo. En cuanto a mi, tan pronto como nos armamos a la trinquetada, me tendí de plano sobre la cubierta con los pies en la estrecha regala de la borda del combés de proa, y apretando con las manos una argolla que había cerca del palo de trinquete. Simplemente el instinto me empujó a realizar todo esto, que indudablemente era lo mejor que podía hacer, pues estaba demasiado trastornado para pensar.
"Por momentos estábamos completamente inundados, como decía, y todo ese tiempo retenía yo el aliento sujetándome en la argolla. Cuando no pude resistir más, me levanté sobre las rodillas, sosteniéndome siempre con las manos, y así logré aclarar un poco mis ideas. En este momento nuestra pequeña embarcación daba una sacudida, exactamente como un perro cuando sale del agua, librándose así en cierto modo de las olas. Hacía yo esfuerzos por salir del estupor que me había dominado y determinar lo que podríamos hacer, cuando sentí que alguien me cogía del brazo. Era mi hermano mayor, y mi corazón saltó de alegría porque estaba cierto de que había perecido entre las olas; pero en seguida toda mi alegría se cambió en horror porque él, poniendo su boca sobre mi oído, gritó la sola palabra: ¡Móskoe-ström!
"Nadie puede comprender lo que sentí en aquel momento. Me estremecí de pies a cabeza como si padeciera un violento acceso de calentura. Sabía bien lo que él quería decir con esta sola palabra;