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Cuentos Clásicos del Norte

pozo. En efecto, por cuanto de la experiencia se desprende, creo, por el contrario, que se encuentra invariablemente en la superficie. La profundidad reside en los valles donde nosotros la suponemos, y no en la cima de las montañas donde la verdad se encuentra. La forma y el origen de errores de esta clase se concibe perfectamente comparándola a la contemplación de los cuerpos celestes. Mirar una estrella con rápida ojeada, examinarla en sentido lateral volviendo en aquella dirección la porción exterior de la retina más susceptible que la parte interior a las impresiones débiles de luz, es contemplar la estrella distintamente, apreciar mejor su brillo, brillo que se opaca justamente en proporción cuando dirigimos de lleno las miradas sobre el astro. Mayor número de rayos hiere la vista en este caso; pero en el primero hay capacidad más refinada de comprensión. Por causa de profundidad innecesaria debilitamos y ponemos en perplejidad nuestra mente; siendo posible, a la verdad, que la misma Venus llegue a desvanecerse en el firmamento como resultado de un escrutinio demasiado sostenido, demasiado concentrado o demasiado directo.

Tratándose de estos asesinatos, interroguémonos nosotros mismos antes de formarnos ninguna opinión. Una investigación del asunto nos servirá de distracción —(yo pensé que esta expresión, aplicada así, resultaba muy curiosa),— y además Le Bon me hizo un servicio en cierta ocasión por el cual le estoy agradecido. Iremos a ver la casa con nuestros propios ojos. Conozco a G—,