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Cuentos Clásicos del Norte

—... en Chantilly, —concluyó.—¿Por qué os detenéis? Estabais diciéndoos a vos mismo que su pequeña figura no es a propósito para la tragedia.—

Este había sido precisamente el tema de mis reflexiones. Chantilly era un antiguo remendón de la rue Saint-Denis que, loco por la escena, lanzóse a representar el rôle de Jerjes en la tragedia de Crébillon del mismo nombre, y había sido puesto en la picota del pasquín por su atentado.

—Decidme, por Dios, —exclamé, — el método, si alguno puede haber, por medio del cual habéis podido sondear mi alma en esta circunstancia.—

A la verdad, estaba yo más impresionado de lo que quería expresar.

—El frutero fué, —replicó mi amigo,— quien os trajo a la conclusión de que el zapatero remendón no era de altura suficiente para Jerjes et id genus omne.

—¡El frutero? ¡Me asombráis! No conozco ningún frutero.

—El hombre que tropezó con vos cuando entrábamos a esta calle, hará tal vez quince minutos.—

Recordé entonces que, en efecto, un frutero que llevaba en la cabeza un cesto de manzanas casi me arroja a tierra por casualidad cuando pasamos de la rue C— a la gran avenida en que entonces nos hallábamos; pero no podía imaginar lo que esto tenía que ver con Chantilly.

No había un átomo de charlatanería en Dupín.

—Os lo explicaré, —dijo,— y entonces comprenderéis todo con claridad. Trazaremos el curso de vuestras meditaciones desde el momento en que