Página:Cuentos clásicos del norte.djvu/119

Esta página ha sido validada
99
La Ruina de la Casa de Úsher

cualquiera coincidencia que despertó mi atención entre el rechinar de las vidrieras y los ruidos combinados de la borrasca todavía en aumento en el exterior; nada había seguramente en el rumor que pudiera interesarme o inquietarme. Proseguí la historia:

Pero el soberbio campeón Éthelred, al atravesar la puerta, se sintió dolorosamente sorprendido e irritado de no encontrar rastro alguno del astuto ermitaño; sino en su lugar un dragón escamoso, de prodigioso tamaño y lengua ígnea que hacía de centinela delante de un palacio de oro, pavimentado de plata; y pendiente del muro veíase un escudo de brillante bronce con la siguiente leyenda grabada:

Quien aquí penetra es conquistador;
Ganará el escudo quien mate al dragón;

y entonces Éthelred, levantando su maza, hirió en la cabeza al dragón; el cual se desplomó a sus plantas rindiendo su pestilente aliento con tan hórrido, agudo y penetrante alarido que Éthelred se vió precisado a cubrirse los oídos con las manos para defenderse del pavoroso ruido del que nada análogo había escuchado hasta entonces.

Aquí me detuve de nuevo bruscamente, esta vez con sentimiento de profundo estupor, porque no podía caberme la menor duda de que en el mismo instante había oído en realidad, aun cuando me fuera imposible indicar la dirección, un grito ahogado y aparentemente lejano, pero áspero, prolongado y extraño; un sonido discordante, exacta reproducción de lo que mi fantasía había ya evocado como el sobrenatural alarido del dragón descrito por el romancero.

Oprimido como me sentía por mil encontradas