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CUENTOS

á la Provincia entre una camada de inmigrantes labradores, toneleros y picpedreros, fué llamado para que pintase por lo menos la sala de baile, y si no tenía tiempo para hacer grandes cosas, aunque fuesen unas cuantas rayas celestes y blancas y unos escudos nacionales en cada centro de las cuatro paredes, como para que no quedasen tan peladas, porque la cosa se había pensado tarde y no se pudo encargar espejos, fuera del grande colocado en el fondo "para que la sala parezca doble y se retraten las parejas", decía don Baltasar, satisfecho de este chispazo de artista.

El dueño de casa y la señora casi no comían por trabajar, él en mangas de camisa todo el día, arrastrando su voluminosa persona, atendiendo á todos los trabajadores, mirando que los cuadros no estuviesen torcidos, que las alfombras no tuviesen dobleces para que no tropezasen los danzantes, y que las costureras no le dejasen en ella ningún agujero sin cerrar, que las cortinas blancas con bor-