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CUENTOS

su cuerpo miserable y rudo el espíritu luminoso que debiera ennoblecerlo.

Hizo que una persona caritativa escribiese al Gobernador pidiéndole el contrabajo apetecido. Mucho tardó en venir el regalo, y entre tanto, veíasele siempre detrás de la banda, cuando marchaba por las calles ó tocaba en los bailes de los ricos, formando parte del cortejo de pilluelos, con los ojos y el oído fijos en el gran instrumento de sus amores. A todos preguntaba por la respuesta de "su amigo el Gobernador", y como siempre se le decía —"espera"— echábase á llorar con desaliento supremo, como si algo providencial aguardase de aquel donativo y viese perdida la esperanza de la única ventura.

Cora es hoy dichoso. Cuando pusieron en sus manos "la música", como el llama al colosal instrumento, la expresión de su rostro de esfinge mutilada y negra, el brillo de sus ojos y el estertor espeluznante que lanzó á manera de risa, hubieron de parecer el estallido