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CUENTOS

Yo soy un hombre maldecido de la suerte; pero cuando esté en sus glorias, acuérdese que el pobre Mauricio le ha dedicado un gemido de su corazón." Y diciendo esto chocó su vaso con el de ella con tanta fuerza y de modo tan brutal, que el suyo cayó hecho pedazos, como si se hubiese roto su corazón. Después, ya no dijo más. Una pesantez de cadáver doblegaba su cuerpo, á cuyas oscilaciones la mula obedeció, dando vuelta suavemente en dirección á la calle... Los del baile se quedaron un momento en silencio; una niebla ligera empañó los ojos de la triunfadora Pepita, pero las músicas, con sus aires aturdidores y provocativas cadencias, volvió la animación al festín interrumpido.

El ebrio salió de allí para vagar por las tortuosas calles de la aldea, entregado al instinto de la mula amiga; á cada momento, donde oía rumores de diversión, la picaba con las espuelas con impulso automático, y el dócil animal le