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CUENTOS

de la Pepita, que hacían olvidarse del mundo y volver la razón á los que la habían dado en cambio del vino. Pero aquel vahido de sensual entusiasmo le hizo mal; y como tenía la borrachera triste, todos le vieron derramar una lágrima silenciosa que corrió sobre su tostado rostro, nublado otra vez de súbito por la embriaguez, estimulada sin duda por las emociones fuertes; pero pudo balbucir algunas frases de cumplimiento en pago del obsequio, porque al fin Mauricio no tenía rival en cuanto á decidor y coplero:

 —"Oiga, niña; si en mi jardín hubiera flores y en mi cielo hubiera estrellas, ya estarian á sus pies para que Vd. las pisara..." Y pidiendo un vaso de vino para sí y otro para la Pepita, la llamó á su lado, puso la mano suavemente sobre su espalda y casi en secreto, entrecortadas las palabras por sollozos desgarradores que parecían de la borrachera, le dijo al oído:

 —"Vea, mi hijita, no me desprecie.