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CUENTOS

penetrando hasta las más diminutas cavidades de los muros, yendo á acariciar los oídos de la imagen sonriente y á despertar en otro mundo á las almas terrenales; eran casi insensibles las transiciones de unos tonos á otros, la sucesión de las notas y las ascensiones y descensos de los acordes; parecía como si las manos que los arrancaban del órgano invisible pasasen soñando por el teclado, y como si el alma que los inspiraba y los ojos de la monja artista estuviesen vertiendo lágrimas al evocar aquellas notas, reveladoras en todo humano organismo, de misterios insondables, de paraisos imposibles y de amores tan eternos como puros.

El canto brotaba del coro velado, lo mismo que el perfume de los pebeteros místicos ocultos en algún rincón de las naves: pero salía con desgarramiento. con ecos de sollozo contenido, apagado y sin vibración, como si al pasar por la garganta hubiese tenido que bañarse en las lágrimas que iban entrando á escon-