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CUENTOS

de medio día emprendí de nuevo mi excursión; iba á visitar la vieja Universidad, renovada exteriormente por la ornamentación moderna, y en lo interior por los progresos de la ciencia y del arte novísimos; pero al pasar por la iglesia y convento de Santa Catalina, ví abiertas las entradas del templo, y percibí una suave repercusión de música y de voces femeninas, entonando cánticos y recitados que impresionaban dulcemente los sentidos.

Una voz de mujer llegó á mis oídos; me era conocida, y de súbito, como una ráfaga que se escurre por entre los rosales opulentos, nació en mi memoria un recuerdo de la adolescencia, un poema de íntima y sublime tristeza, que duerme y se apaga en medio del bullicio y los afanes de la lucha cuotidiana. No esperaba esta nueva, esta honda impresión que podía costarme muchos dolores, pero era ya esclavo otra vez de mis recuerdos y penetré, poseído de un leve temblor interno, en aquel recinto.