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CUENTOS

el espíritu y alegrar las horas de la jornada nocturna. Mi compañero nada decía, nada podía decir. Sin duda imaginaba que todas aquellas maniobras serían propias de la superioridad y sabiduría del patron, como que vino de hacer sus estudios y le preocuparían cosas para él incomprensibles.

He podido entonces experimentar el sufrimiento de quien no puede comunicar emociones é ideas que bullen y estallan en silencio, ó cuando más se traducen en movimientos que á cualquier observador se le antojarían de un loco, no conociendo el impulso que los produce. Buscaba una forma de hacer comprender á ese hombre rudo mis pensamientos, y de entrar con él en una conversación en la cual no me pusiese en ridículo ante mi propio criterio, y mientras al rumor de las rodajas y de los cascos herrados nuestras buenas marchadoras se tragaban el camino, híceme explicar por mi compañero todos los secretos de aquellos parajes monta-