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CUENTOS

claustro y bajo la austera vigilancia del Rector, de severa túnica eclesiástica y nombradía indiscutible, llevados entre paredes casi ciclópeas, alternados con funciones religiosas en la Compañía y rosarios y novenas cuotidianos en la capilla del colegio.

Era yo alumno interno, venido de lejana provincia, donde hay mucho aire, mucho sol y mucho horizonte. Ahogábame el encierro, aunque no me diese cuenta clara del motivo, sumergíame en el estudio, lo devoraba, lo precipataba con frenesí, y en el fondo de mi espíritu había como una creencia vaga de que así seria más pronto libre. Y había venido ya á los estudios metódicos con muchas lecturas románticas de la vieja y rica biblioteca de mis abuelos, puesta en la aldea nativa como un tesoro oculto.

Ya Chateaubriand había filtrado en mi corazón el veneno deleitoso de sus lágrimas, ya había llorado los infortunios de Chactas, de René, y compren-