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CUENTOS

á menor, formando escalera, á cual más alhajita de los nueve; y por eso su marido la cuidaba como una joya, ordenándole no molestarse por nada y prefiriendo más bien ocupar él su lugar en los quehaceres domésticos. Conservábase, pues, para don Baltasar y para no desmerecer de ninguna de las invitadas la noche del festín, pues su mayor orgullo era leer en el periódico las crónicas de baile, llamándola siempre "la elegante, la hermosa, la atrayente, la arrogante, la deslumbrante señora de la Peña", cosas que ella misma leía á su marido por la mañana, así como le leía todos los periódicos de Buenos-Aires, las cartas y todo papel escrito que debería leer él si tuviese la costumbre de leer; pero aquellos elogios le sabían acre, y más cuando su mujer los repetía con mal disimulada emoción, pues ya se le figuraba que ese sentimiento de vanidad satisfecha trocaríase en otro de simpatía por el autor de la crónica, tan subida de tintas para cuanto