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la chimenea había desaparecido. Un suspiro ahogado se escapó de su pecho de jaulita dorada. Horror! Poco despues entran en la habitacion varias personas y entre ellas la preciosa dueña del canario. «Mira Mama, pronuncia con voz temblorosa y dolorida la rubiecita. «Sin duda el pícaro gato me ha roto mi perro de porcelana.» Y tomando del suelo un objeto, lo enseñaba a la que llamó Mama.

Instante cruel! la jaulita reconoció en aquel trozo informe, dos ojos negros, espresivos y un pedacito de oreja. «El dolor existe» dijo la sensible pagoda y cruel presentimiento oprimió su corazon. El canario inconciente trinaba alegre y despreocupado. La voz canora del objeto amado volvió la paz à la bella jaulita.

La noche es hora de misterio y a veces de pena. Las jaulitas doradas no duermen nunca y piensan siempre.

Dormia dulcemente el amarillo é inocente huésped, cobijado por aquella amiga fiel que le prestaba cariñosa hospitalidad, cuando un

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