sa– varias plumitas volaron en leves capullos. ¡Oh dolor cruel, tanto mas duro cuanto su manifestacion es ménos posible! La jaulita sufría horriblemente. «Amor mio: decía, tú el deseo de mi vida, llegas á mí que te esperaba ansiosa, y mi triste suerte hace que sufras y gimas por mi causa!» Ah! porque son duras misparedes!» «Porque no me asemejo á las flores aterciopeladas que están en ese precioso vaso! A ser como ellas, te hubiera recibido blandamente entre mis pétalos perfumados. Pero qué quieres canarito mio, yo no puedo ofrecerte sino mis dorados é inértes hilos!»
Mas, que pasa?
El canario ya no siente el golpe; salta alegre, é inquieto, de arquito en arquito; sus ojos vivarachos todo lo miran, su pico de marfil golpea coquetamente las móviles barritas y un trino prolongado, cristalino se escapa de su garganta. El gozo inunda el corazon de la jaulita que al fin conoce la felicidad!
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