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CUENTOS

que seguía sin poder hablarla. Su furtiva comunicación tuvo que limitarse a señalarle dos o tres veces el manzano.

Una siesta, la tía, que decididamente enfermaba, cosía disfrutando del solcito ya invernal, al pie del árbol, cuando Naira notó de pronto que se había dormido. Sueño profundo, sin duda, en la tibia apacibilidad de la huerta.

Naira decidió, entonces subir al manzano. Por más que escudriñara desde abajo la copa, no podía discernir hasta entonces el ademán de Braulio.

Unas cuantas trepadas, lleváronla con ágil suavidad de ardilla hasta los altos gajos. Allá, entre las hojas, quedaban solamente cinco manzanas. Exigua cosecha que hizo, sin embargo, desfallecer dulcemente su alma; pues sobre el carmín de cuatro de ellas resaltaban en verde tierno otros tantos corazones atravesados por la flecha inmortal.

Pero cuando su mano se extendía hacia la quinta fruta, sintió un vértigo de pronto.

Sobre el caballete de la pared medianil que los gajos del árbol cobijaban, apareció la cabeza de Braulio. Una mirada le rebeló todo; y heroico, rojo, deliciosa y terriblemente audaz para el corazoncillo de Naira, el imprudente comenzó a subir.

Inútiles fueron los ademanes desesperados con que la chica procuró contenerle. El caso es que, no pudiendo ya descender hubo de esperarle, muda, en esa deliciosa alarma que la mujer goza como una embriaguez suprema bajo el imperio de la intriga y la fatalidad.

Candentes de intimidad, breves palabras explicaron todo. De esas palabras cuyo anhelo siente en soplos que anticipan besos, muy junto a ella la orejita muy roja.

"El trepó durante las pasadas noches al árbol, buscó al tanteo las frutas, pegó sobre ellas los papelitos destinados a impedir la coloración del punto que cubriesen, para declararle así su amor, con galantería pastoril, en la noble madurez de las manzanas."

¡Ah, y también se había vengado! Podía verse esto en la única fruta no cortada aún por Naira.

Reaultaban sobre ella, en efecto, en zurdas letras, estas palabras: "la tía"; y al lado mismo una calavera con las dos tibias de rigor.