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CUENTOS

En vano intentó su amante disuadirla, riendo de sus tonterías al principio; después ofendido hasta el alma por esa duda. Tres años de trabajo obscuro le había costado aquello, de cólera, de desazones, de torturados abandonos: aquella futilidad que hacía reir... Y ella, ella tan luego, no creía?...

Por último Berta propuso que la próxima vez, acabado el juego, le diese la pluma para verla bien; pues ¡qué quería!... No se alcanzaba a convencer. Pero allá, en el circo mismo ¿eh?... Y si la pluma no tenía nada, vería cómo erraba el golpe!

El despechado artista aceptó.

Dos días después llegó el momento. Berta resplandecía en su palco. Pasaron los malabaristas, los yanquis, el trapecio, la barra, los saltos, los perros sabios que aquella noche estrenaban una nueva habilidad, concertando y llevando a cabo un duelo por los amores de una doncella. Pasó, la húngara en su caballo negro, pasó la familia Bill con sus palomas amaestradas.. hubo un silencio... un ondulante cuchilleo.... y el director de la compañía avanzó hasta la mitad del circo.

—Respetable público por una indisposición repentina del payaso "Pass-key", se suspende la suerte de la pluma.

Y como en previsión del murmurado descontento, apareció, en su azulino traje de marquesita Luis XV, Mlle. Olivie la bailarina.

Los diarios de la mañana siguiente anunciaron que "Pass-key" se había suicidado, ignorándose las causas de su fatal resolución; y hasta escribieron necrológicas, muy filosóficas por cierto.

La pluma, que yo ví, no tenía artificio alguno.