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Recuerdos de un pintor — 27

á cada instante — este hombre está chocho, nunca ha sido pendenciero!


* * *

¡Pobre viejo! En el mes de Setiembre, después del Agosto tan temido, por atacar con muertes tan vulgares, le encamó una neumonia doble. Fué cosa de tres días. Suspendido entre dos almohadones, casi moribundo: —ya lo ves —me dijo— lo que es ahora... y se detuvo mirando la cara de la viejita.

Aquel tuteo al borde del sepulcro, por vez primera, como un último cariño del espíritu que partía, hizo que temblara mi voz al contestarle.

Él me interrumpió: —¡eh! ¿también tú! ¿pero hombre? Y quería poner cara de maestro de armas italiano, sin darse cuenta que solo tenía la de los hombres de buena voluntad.

La muerte fué compasiva: sobre el débil estertor de un cuerpo inerte, pasó como una brisa que se lleva un sonido.

El pelo de nieve le formó una plácida, tranquila aureola, en torno á la frente de cera. ¡Qué no hubiera dado, por quitarle la mortaja, vestirle su levita familiar, mirarle redivivo, y oirle en un rapto de recuerdos alegres,