cariño hacia aquel conjunto de fuerza y ternura.
Fué la única persona que dijo: —Vd. será un artista; y yo desvalido, solo en el mundo, me pegué á aquel girón de vida, temeroso de que el aire me lo llevase con sus presagios.
Con la cabeza llena de ensueños, volvía á la ciudad al caer la tarde. Caminaba entre quintas y por terrenos baldíos, mirándolo todo sumergido en la vida del crepúsculo. Sobre el oeste de amarillento fulgor teñido por alguna nube roja, se inclinaban los árboles con sus recortes vivientes, vibrantes, casi espiritualizados. Un molino se erguía con nitidez violenta; los pájaros no acababan de perderse agujereando la zona brillante.
Me detenía á descansar un punto. ¡Cuántos planes, cuántos anhelos! Parpadeaba la primera estrella, y como si fuese la mía, caminaba de nuevo mirándola, y el horizonte perdía su lumbre, que cual la de mi inspiración, había animado cosas, destacándoles con fuerza de sutilidad extraordinaria, detalles antes invisibles.
Muchas veces me sorprendió la noche fuera de la ciudad, que encendía sus casas y sus calles. Allí estaba en frente repleta de vida; con todos sus roces excitadores de mis nervios; con sus falsías abominables y sus odios