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Arturo Trailles — 99

De allí á un paso la misantropía. Varios amigos le sacaron de la cueva y le metieron en plena lucha política.

Aquello era un mundo soñado á través de ideales y derechos, envuelto en luz de moral hermosura; y la realidad fué tormento del poeta. No quería ni recordar sus aventuras electorales, en que hasta las formas de sus discursos populacheros le eran repugnantes. Inquietudes, pérdida de amigos, desilusiones, cosecha de insultos para varios años, todo eso vino á mezclarse á la amargura de sus días.

Los placeres no encontraron en su carne fuerte carne. Las mujeres duraban para él lo que el deseo; y eran al fin una realidad inferior también á sus concepciones voluptuosas. De las orgías acabó por sacar una repugnancia de sí mismo, tan invencible como fuerte.

Se entregó á leer con afán, recorriendo vastas heredades: volvió como el hijo pródigo á la casa abandonada. Todo era para él sustancia de impresión artística, desde el sano perfume de Teócrito, y los límpidos cielos de Horacio, hasta la voz estremecedora de Baudelaire y sus filtros angustiosos. Recorría así el arte, con penetrante y extraordinaria ductilidad, haciendo la delicia del que le escuchaba de vuelta de sus viajes.