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Arturo Trailles — 97

el espíritu de Trailles sonando á instantes como un rittornello melancólico.


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Mecido por el recuerdo de esa música, volvió á pensar en la vieja quinta. Entre sus marañas había vibrado en él ese primer caos de un mundo ensoñador que ni sospecha la forma.

Cervantes y Shakespeare, leídos en el bosque, dilataron con luz su horizonte y empezaron á dar á todo un nuevo sentido. Sintió que amaba el espíritu de cosas nunca vistas, y que su fantasía se poblaba de anhelos irrealizables. Y había en eso la ventura de sentirse algo, con los impulsos de una alma que despierta. ¡Cómo imaginar que en tanto juego inocente, en tanta encantadora lectura, se anidaba el germen recóndito, capaz de envenenar por siempre su alegría?

Cuando, después de hombre, entró también en su alma la piqueta demoledora; cuando el análisis, con todas las angustias de la vida intelectual, le trazó nuevas líneas; ¡con qué cariño recordó el antiguo bosque, lleno como él entonces, de inconscientes savias, murmurios y aleteos!

A los veinte años tuvo un rapto de embriaguez que le alejó de sus estudios. Amó á las mujeres con frenesí, sin darse cuenta que las