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XXVIII

Vestía blanca saya, y en su pecho,—
que el cincel en la estatua de una diosa
perfilara, — las hojas del helecho
extendian su palma primorosa.
En cascadas finísimas deshecho
su cabello caía; y más hermosa
que á la luz de la vida fué despierta,
era la aparición de Silvia muerta.

XXIX

Ve, Jorge, con aspecto dolorido,
la visión acercarse. De la seda
del traje femenil siente el crujido;
perfume de mujer la brisa leda
lleva hasta él; y absorto, conmovido,
mudo y en actitud de asombro queda,
mientras el sol, en lánguido desmayo,
de los cielos retira el postrer rayo.