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CRÓNICAS
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Este mismo día salió del presidio este corresponsal que hace recordar con sus actuaciones el descripto por Julio Verne en una de sus más famosas novelas.

Manuel Carrera Sánchez, Capataz Mayor del Presidio, expidió un certificado en que hace constar que el confinado observó siempre buena conducta, y que el resto de sus haberes, que se le entregaron, fué de ochenta y nueve centavos.

Francisco Acosta, por substitución, Secretario de Gracia y Justicia, envió al Jefe del Presidio el Certificado de Libertad, con fecha 16 de agosto, cuando Halstead, que estaba enfermo, había ingresado en la clínica del doctor Ordóñez.

El anterior documento fué enviado después al Alcalde accidental de San Juan, con fecha 20 de agosto. Dicha autoridad era D. Fermín Martínez Villamil.

Y aquí termina la historia, llena de accidentes, de este repórter de pura sangre inglesa. Hizo cuanto quiso y más de lo que podía en aquellos tiempos. Su cabeza le olió a pólvora, como reza el dicho militar. En rigor de verdad, no era un espía; pero con arreglo al Código Militar español fué reo de espionaje. Salvó su vida el no ser súbdito americano.