de antes? ¿Qué de aquellos bravos que paseaban por las aceras sus terribles coco- macacos? >> La censura aprieta; Ramón López es llamado al Estado Mayor, donde Camó lo amonesta con su dureza acostumbrada. Él se hace el sordo, y el mismo día se dis- culpa con sus lectores: «No extrañen nuestros lectores que en los cortísimos días que le quedan de vida a este periódico dediquemos preferente atención a publicar el estado de la tempera- tura, los chubascos que caen o dejan de caer, del agua que tengan los aljibes, de la marcha de las estrellas que pueblan el firmamento, de los cometas que se descubran, de los tallotes que llegan del mercado, de la cosecha de jobos, de los colores del arco iris y de otros muchos asuntos de palpitante interés, como los relatados. Será la ma- nera de evitarnos disgustos y de aguantar desahogos, a los cuales no estamos habi- tuados ni nos habituaremos nunca.» Tan pronto como se publicó la noticia del Armisticio, corre a la Isla en busca de noticias de palpitante actualidad, provisto de un pase, que se proporcionara sabe Dios de qué manera; su hijo, Adrián López Nussa, educado en los Estados Unidos, le acompañó en su viaje al extranjero, como llamara López a su expedición. Salió de San Juan el 20 de agosto; llegó a Coamo; se detuvo algunas horas en el campamento americano; habló con el gencral Wilson, y le tomó aquella famosa interview; primera noticia que tuvieron los portorriqueños de los propósitos, para el futuro, del Gobierno americano. Siguió a Ponce; bloqueó en su Cuartel General de la Aduana al general Miles, y luego marchó, por Yauco y Guánica, a Mayagüez, donde acosó a preguntas al bon- dadoso general Schwan. La Correspondencia, diario de la tarde, corría de mano en mano; el público se arrebataba los números para saborear aquellas crónicas, llenas de detalles, todos nuevos y todos de gran valor. Sus epígrafes eran: «Viaje al extranjero»>; <<Primera jornada»; «De la capital a Coamo»; «En el campamento americano»; «<Interview con el general Wilson»; «De Coamo a Ponce»; «De Ponce a Mayagüez»; «Interview con el general Schwan.>> Llegó a Ponce el 25 de agosto, y allí se unió a Mr. R. H. Hasken, reportero del New York Herald, desde cuya ciudad continuó enviando jugosa información. Tal fué el hombre cultísimo, educado, honorable, laborioso, con aspecto de gen- tleman inglés, cuyo recuerdo perdurará en Puerto Rico, y, sobre todo, entre los hombres del periodismo, que le consideran como un maestro y un precursor.
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A. RIVERO