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A. RIVERO
 

lísimo estaba instruido, desde Washington, de que la paz estaba cercana, y de que en virtud de un Protocolo, ya en preparación, sus fuerzas capturarían toda la Isla,, como resultado de un éxito diplomático, al cual, indudablemente, contribuyó él con el apoyo moral que aportara su peligrosa maniobra.

Pian de Davis. — Este marino ideó un plan, verdaderamente diabólico, y clara- mente expuesto en el informe que sigue:

«Yo mantengo firmemente la opinión de que la plaza de San Juan de Puerto Rico puede ser capturada por la escuadra a sus órdenes, y por un golpe de mano, sin ne- cesidad de que el Ejército preste su ayuda; y una vez realizada aquella captura, se- guiría la completa conquista de toda la Isla.

Mi plan es como sigue: Enviar a la plaza, con la antelación necesaria, y bajo ban- dera de parlamento, noticia oficial del bombardeo. Los monitores ocuparían el extremo Oeste de la línea, empeñando combate con las baterías de este mismo lado del Mo- rro. Los acorazados y cruceros continuarían la línea de combate, desde el punto ocu- pado por los monitores hacia el Este y hasta la punta del Escambrón; bombardeando, no solamente las defensas de la plaza, sino también la ciudad misma y los suburbios, dominando con sus cañones, además, el camino, que es la única salida de la po- blación.

Dos o tres buques de poco calado, montando cañones de cinco pulgadas, se es-^ tacionarían cerca del Boquerón, barriendo todo el terreno del frente, destruyendo el puente de San Antonio y sus aproches, y batiendo de esta manera el canal del mis- mo nombre y la Isla Grande.

Una fuerza de desembarco, exclusivamente de marinos, escoltada por cañoneros, tomaría tierra una milla al Oeste de Palo Seco y ocupando la costa al mismo lado del puerto, tendría desde allí a la ciudad al alcance de cañones de campaña que po- drían emplearse, y también sería posible el uso de fusiles y cañones automáticos. Estos marinos formarían una reserva para ocupar la plaza en caso de que ésta se rin- diese por el fuego de la escuadra; este fuego, que sería de gran volumen, no me cabe duda obligaría a tal rendición en poco tiempo; y una vez capturada la ciudad y bajo la amenaza de reducir a cenizas defensas y caseríos, indudablemente capitularía toda la Isla.»


El anterior proyecto, que formaba parte de un informe oficial dirigido por el co- mandante del crucero Dixie al almirante Sampson, es realmente merecedor de cui- dadoso estudio. Demuestra su autor tales conocimientos de la plaza de San Juan, de sus defensas, de sus puntos débiles y de sus flanqueos, que parece conviviera algún tiempo entre nosotros.

Era un excelente plan; rápido, ejecutivo y de éxito indudable. No vale tildarlo de cruel, porque la guerra, aun en sus períodos de mayores suavidades, es la sublima- ción de toda crueldad.