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A. RIVERO
 

Corporaciones; todos los bienes y edificios públicos pertenecientes a los Estados Unidos, al Gobierno provincial o a los Municipios, y todas las casas-escuelas, igle- sias y edificios consagrados aí culto serán debidamente protegidos.

John R. Bkooke,

Mayor general Jefe del Departamento de Puerto Rico.

Todos los funcionarios civiles de la Administración, desde el presidente Muñoz Rivera al más humilde portero, fueron invitados a suscribir el siguiente documento:

«Yo juro solemnemente renunciar, para siempre, a sumisión y fidelidad alguna a todo príncipe, potentado, estado o soberanía extranjeros, y particularmente al es- tado y soberanía de España.

Y juro, además, que mantendré y defenderé la Constitución de los Estados Uni- dos contra todos los enemigos exteriores o interiores; que la acataré con lealtad y sumisión, y que contraigo este compromiso libremente, sin reserva o propósito de evadirlo.

(Firma del interesado.)

Suscrito y jurado ante mí, hoy de año de N. S. l

Por virtud del acto realizado del cambio de soberanía quedó de hecho sanciona- da, en Puerto Rico, la separación de la Iglesia y del Estado. Tan grave problema que había costado en otros países ríos de sangre y tempestades de odios, se resolvió aquí con un simple trazo de la pluma del general Brooke.

Por la tarde, y en las primeras horas de la noche, algunos soldados españoles y americanos pasearon juntos, y como buenos camaradas entraron en los cafés y reco- rrieron las calles altas de la población, sin que ocurriese incidente alguno. El 19 de octubre, y en el parte oficial que recibiera el jefe de la Policía, no se consignó un solo desorden, robo ni pendencia.

San Juan, con su conducta discreta, rebosante en dignidad y cautela, escribió una bella página en sus anales demostrando que, en los momentos más críticos de la vida de los pueblos, entusiasmos y protestas deben ser reservados para la propia ocasión.