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CRÓNICAS
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Por la tarde, el general Ricardo Ortega, al subir como de costumbre al castillo, me contó todo lo ocurrido, añadiendo: «Mañana le traeré a usted copia de mi discursito; me parece que he estado bien, y que aquella gente se conmovió comprendiendo la razón de mis argumentos.>> Efectivamente; el general Ortega obtuvo un triunfo el día citado, porque gracias a sus manifestaciones y a la intervención del almirante Scheley, quien durante todas las sesiones apoyó moral y materialmente todas las proposiciones y la mayor parte de las protestas que hiciera el Presidente de la Comisión española, el punto referente a la artillería de costa se dejó a la resolución de los comisionados de París, quienes fallaron en favor del Gobierno Español. 1 Con la mayor armonía continuó la discusión en las sesiones sucesivas, que fueron hasta trece, y en todas el general Ortega trató de conseguir, aunque sin éxito, el que por los comisionados americanos se reconociese la personalidad del País, represen- tada por su Gobierno autonómico, dejando a este organismo el encargo de resolver todos los asuntos ajenos a la evacuación puramente militar de la Isla. El general Brooke se opuso a tales propósitos, alegando que sus instrucciones eran limitadas, y que de ellas no podía apartarse. El teniente coronel de artillería James Rockwell, y el comandante de ingenie- ros Eduardo González, intervinieron en todo lo referente a la entrega de las obras y edificios militares y del Gobierno, así como a la del material de guerra emplazado en los castillos y baterías, extendiéndose triplicadas relaciones en que la exactitud en la valoración se llevó al último extremo, según podrá verse en el Apéndice núm. 28. La última sesión.-El día 16 de octubre, a las nueve y media de la mañana, se reunieron ambas Comisiones, por última vez, y después de leer y aprobar el de la sesión anterior, entregó el general Ortega al general Brooke relaciones de todo lo que pasaba a ser posesión de los Estados Unidos, y del material de guerra que que- daba en depósito y bajo la custodia del Gobierno Militar de Puerto Rico, hasta que sobre este asunto recayese una resolución en las conferencias de París. La Comisión conjunta había dado fin a sus tareas, y así lo manifestó el Presiden- te, levantóse la sesión entre manifestaciones de mutua cortesía, y todos los comi- sionados pasaron al despacho del general Macías, con el cual celebraron una corta conferencia de despedida, porque él se disponía en aquellos momentos a dirigirse a los muelles, con objeto de embarcar, con rumbo a España, en el vapor Covaaonga. 1 En el mes de febrero de 1904 llegó a San Juan, procedente de Cádiz, una Comisión encargada de lle- var a España todo el material de guerra mencionado, compuesta del teniente coronel Servando D'Ozouville, comandante Ramón Acha y capitán Paulino García Franco, todos del Cuerpo de artillería; y, además, el ofi- cial primero de la administración militar, Menandro Amores; el maestro de fábrica, Aquilino Campa; el arti- ficiero Hernández y dos obreros auxiliares. Ya en Puerto Rico, y en el cumplimier de su misión, recibieron toda clase de auxilios de las autoridades americanas, y el armamento emplazado en las baterías fué removido y llevado a los muelles, así como también el balerío y demás efectos que quedaron en depósito al evacuar la Isla las tropas españolas. Todo se transportó a Cádiz a bordo del vapor Catalina, durando esta Comisión des- de febrero hasta agosto de aquel año, habiéndose gastado en dichos trabajos, y otras atenciones, alrededor de 40.000 duros.-N. del A.