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A. RIVERO
 
Cuartel de las tropas españolas en Fajardo.

Guardia civil para que arriase la bandera. En este momento uno de los buques ene- migos rompió fuego contra el grupo con sus cañones de tiro rápido; llovían proyec- tiles y era preciso acabar cuanto antes; las puertas estaban cerradas, y entonces el Guardia civil trepó por los hierros del balcón, y aferrándose al asta, ésta y la bande- ra vinieron a tierra, y Colorado, colocándolas sobre su silla, picó espuelas, y seguido MARZDA

de sus cuatro hombres, y siempre bajo el fuego enemigo, atravesó el pueblo en busca de la columna. -¿Por qué ha hecho usted eso?-dijo a Colorado, de mal talante, el coronel Pino cuando aquél le hacía entrega de la bandera americana. Todavía, después de veinti- trés años, Rafael Colorado no ha podido desentrañar el verdadero significado de aquellas palabras de protesta. El cornetín de órdenes tocó marcha toda la fuerza entró en Fajardo, detenién- dose frente a la Casa-Ayundamiento, cuya puerta fué preciso violentar, por no haber persona alguna dentro ni a la vista. Entonces el sargento de Voluntarios, Luis Ordóñez, arrió otra bandera de los Estados Unidos que flotaba sobre el edificio y la entregó a su jefe. Estas dos banderas que he citado, no hace mucho tiempo pudo verlas en cierto