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A. RIVERO
 

llería y otro de caballería, que emprendieron la marcha a las diez de la mañana, agosto 12. Llevaban convoy de raciones para tres días y el bagaje de la infantería; fué, por tanto, una columna móvil, desprovista del tren de carros. Agobiados por el excesivo calor y fuertes chubascos marcharon cerca de nueve millas, hasta un punto donde se unen los dos caminos antes mencionados (Los Consumos).

Como yo no tuve noticias, durante la noche, del coronel Burke, resolví arreglarlo todo para marchar en su auxilio, y ya el resto de la brigada estaba dispuesta y los carros cargados, cuando llegó un correo de aquel jefe anunciándome las dificultades que retardaban su marcha y la presencia en Las Marías de una fuerza española que él estimaba entre 1.200 y 2.500 hombres. Esta fuerza, decía el coronel, había tomado posiciones defensivas y una parte marchaba contra él.....

Dejando la infantería y la artillería a cargo del coronel De Russy, avancé con mi Estado Mayor y la caballería Macomb para unirme a Burke. Encontré esta fuerza a dos millas y media al Norte de Las Marías; la infantería en posición, pegada al terreno y al abrigo de un barranco sobre el camino, el cual descendía por la derecha hacia el valle del río Prieto (Guasio).

Una altura cercana (loma de la Maravilla) fué elegida para emplazar los dos cañones, y desde ella, tanto la artillería como la infantería, hacían fuego hacia abajo. Esta posición dominaba y permitía ver el valle del río y más allá, a su orilla derecha, el camino que subía a las montañas a distancia de 1.200 a 1.500 yardas.

La fuerza enemiga fué divisada bajando hacia el río y cruzando éste por varios puntos en una milla de extensión.

Cuando yo había llegado con la caballería a un punto distante, tres millas y media de aquel en que encontré al coronel Burke, hallé una compañía, dejada por él, al mando del teniente Heavy, con instrucciones de reparar el camino y ayudar al tren de vagones a salir de aquel mal paso. Aquí oí fuego de artillería, siendo los cañones disparados a intervalos de dos o tres minutos. Poco después, algunos nativos llegaron a galope, y me dijeron que una creciente inesperada del río impedía la retirada española, habiendo cortado en dos su columna; 700 hombres quedaban de este lado imposibilitados de cruzarlo. Estos (ellos decían) hacían frente a las avanzadas de Burke y el fuego había comenzado o estaba para comenzar.

Ante la gravedad de esa noticia, confirmada por los cañonazos que estaba oyendo, ordené a la compañía del teniente Heavy que siguiese rápidamente hacia adelante e iguales órdenes transmití al coronel De Russy para que hiciese avanzar, a toda prisa, un batallón del 11.° regimiento, al mando del coronel Gilbreath; la Caballería, mi Estado Mayor y yo, picamos espuelas tan rápidamente como lo permitía el camino y seguimos hasta unirnos a Burke, donde he dicho.

El combate es descrito por el coronel Burke con lujo de detalles que juzgo innecesarios, bastando anotar que la avanzada americana atravesó el pueblo de Las Marías, llegó a la loma de la Maravilla y desde allí divisó parte de la columna Osés detenida a la orilla del río, aunque el resto de ella ya lo había vadeado y subía, entonces, hacia las lomas de enfrente. Los dos cañones al mando del teniente Rogers F, Gardner, de la batería C, del 3.° de artillería, fueron emplazados, primero en el