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CRÓNICAS
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Aunque no me causaron impresión tales avisos, ordené, sin embargo, reforzar los puestos avanzados y nombré un oficial de campo a cargo de ellos. Una partida de caballería que había reconocido el camino hacia Las Marías, regresó en la tarde del 12, anunciando que la retaguardia española estaba aún a cinco millas de Mayagüez y que marchaba muy lentamente. En el acto determiné perseguirlos, y si posible era, capturarlos o dispersarlos. Y por eso, mi primer intención fué salir con todo el comando; después reflexioné que no debía hacerlo. La ciudad y campos cercanos estaban en estado de gran excitación, llenos de desertores, guerrilleros y gente que descendía de las montañas en grupos, no teniendo, además, informes ciertos del número, espíritu y situación de la fuerza enemiga que podía caer sobre Mayagüez, aparte de todo esto, el resto de mi brigada estaba exhausto, como resultado de las marchas, combates y servicios de avanzada en los anteriores ías, entre copiosos aguaceros que, más tarde, convirtieron el campamento en un verdadero hoyo de fango.

Por otra parte, el camino hacia Lares, expedito en las primeras ocho millas, era intransitable para vehículos de rueda, y esto me recordó que el mayor general comandante me había ordenado ir a Lares por el camino de Aguadilla. Decidí, por último, ordenar un reconocimiento en fuerza al mando del teniente coronel Burke, del 11.º de infantería, para acosar al enemigo y retardar su marcha.

Esta expedición se formó con seis compañías de infantería, un pelotón de arti-

Río Guasio, vado Zapata; confluencia con el Mayagüecillo.