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CRÓNICAS
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de combustión espontánea. Así, y por eso, voló, en un puerto del Japón, el famoso acorazado Mikasa.

El vicealmirante americano Mr. George W. Melville, ingeniero jefe de la Armada, publicó en la revista North American Review, enero 29 de 1902, una larga carta, analizando científicamente el desastre del Maine, y, al terminar, sienta la conclusión, lógicamente deducida, de que la explosión fué interior; anota la clase de minas y torpedos que usaron los españoles durante la guerra, y señala el caso de Santiago de Cuba, donde, después de la rendición, al levantarse los torpedos, se vió que eran

El cañonero Nashville, desde el cual el cabo de cañon Miguel Machias hizo contra el vapor Buenaventura el primer disparo de la guerra hispanoamericana.

inofensivos; unos, por la mala calidad de sus explosivos, y otros, porque estaban mojados por el agua filtrada. No había en toda la isla de Cuba torpedo ni mina bastante eficaz para volar, totalmente, un buque amarrado, como el Maine, a la boya número 4, y que, además, se hiciese la operación de manera tan oculta, que nadie pudiese verla, sobre todo los cubanos, enemigos de España.

El ilustre marino terminó su carta con estas palabras: «Tenemos hoy una opinión más elevada del carácter y la virilidad del soldado español. El valor del almirante Cervera, de sus oficiales y tripulaciones, al salir a una inevitable derrota, en un supremo esfuerzo para sostener el honor de su bandera, nos prueba, fuera de toda duda, que tales hombres no son capaces de haber cometido el crimen que tan gratuitamente se les ha achacado. Durante toda la guerra han demostrado los españoles que saben morir como deben hacerlo los soldados, y hombres como éstos no san-