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A. RIVERO
 

al sol, y el pan o galletas, enviados desde San Juan, eran duros y agrios por la mala calidad de las harinas. Todos los defensores, por más de quince días, vivaquearon en las trincheras, a la intemperie, sin abrigos, sin traveses, sin alambradas ni otras defensas que no fueran el fuego o las bayonetas de sus fusiles. Los ranchos, servidos con poca regularidad, eran deficientes; casi siempre de arroz, alubias y bacalao; carne, pocas veces y nunca muy abundante.

Y ahora sepa el lector, quien seguramente condenará tan punible desidia, que la carretera de San Juan al pueblo de Aibonito, por Caguas y Cayey, estaba expedita;

Cañon de montaña, sistema Plasencia.

que un convoy de carros, saliendo de San Juan muy de madrugada, podía llegar la misma tarde al pueblo mencionado; que el centenar de coches que podía reunirse en Río Piedras, Caguas y la Carolina, con abundantes caballos en las postas de relevo de la Muda, Caguas, Cayey y Matón, sólo hubieran tardado ocho o nueve horas en recorrer aquel trayecto. En San Juan había de todo, y solamente escaseaban los jefes previsores y el buen deseo en el Estado Mayor.

Como dato que avalora la historia de esta campaña, debo consignar que, días antes de la evacuación, el 1.º de septiembre de 1898 se remataron en San Juan, en los almacenes de la Administración Militar y en pública subasta, a cualquier precio, las siguientes provisiones: 11.270 kilos de arroz valenciano, 24.912 de bacalao de Escocia, 2.133 de tocino, 56.660 de harina castellana, 10.301 de galletas, 10.570 de café, 2.584 de azúcar, y 1.240 litros de aguardiente español. No fué éste el solo remate de provisiones que se hiciera a última hora, a pesar que desde que se firmó el armisticio y cesaron las hostilidades en 13 de agosto, no se utilizó en los ranchos de