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A. RIVERO
 

Una hora antes habían regresailo los escuchas que practicaron el servicio clei avanzada durante la noche anterior, dando parte sí// novedad. Aj recibir Ja noticia, íüescas pareció preocupado, y mientras pedía su caballo ordenó a un corneta que tocase generaia. Minutos después, y reunida casi toda su fuerza, y cargada la impedimenta en carros y mulos, ordenó la marcha hacia Aiboníto, y cuando sonaban los primeros cañonazos dispa- rados por el capitán Anderson ' tocios 1í>s de la colunuia, menos los rezagados, desfdaron hacia la salida, marchando aquel jefe a la cabeza. Al llegar a una casilla de peón caminero, nías allá del puente, dispuso que alguna fuerza al mando de los capitanes Frutos López y Kainiundo Idita, (juedase como retaguardia para proteger la reti- raxJa al abrigo de una cuneta muy profunda que allí había, a la izquierda del camino y bastante resguardada por frondosos árl)oles. Rl resto, con el convoy siempre a vanguardia, siguió, sin obs- táculo alguno, hacia Aiboníto. Los músicos tanv bieín quedaron prestando servicios como cam.i- lleros y en las ambulancias. Algunos minutos antes de las ocho, fuerza

/, 1 1 1. •>.:;»>, (Micmíga, dc infantería, fué divisada al frente y

'^^ ' """ sol)re unas lomas distantes 300 metros; el fuego comenzó casi a un mismo tiempo por ambaa .e I'atria, arrodillados en la cuneta, disparaban los Máusers y el mejor ánimo. Su comandante, sieoqire a caballo, iba y tnea y empujando a los rezagados que llegaban en grupos, nfantería enenn'ga, corriéndose a la izquierda de la posición <pic ocupaba, escaló otras lomas más bajas y desde las cuales, con fuego de enfilada, batió a las tropas españolas. Id tiroteo adquirió gra.n intensidad. Cerca de las nueve de la mañana serían cu;uu;lo el comandante Rafael Martínez Ulescas, levantando en aito su sable, |ironunció estas palabras: «Muchachos, lodo va bien. ..>;■, y cayó del ca- ballo, nuierto: una bala le había atravesado el corazón. Sus únicas palabras fueron: <ql lijos míos, rect'tjanme!...» J3elrás, sobre la otra cuneta, y a la scuiibra de un corpulento árbol de flaaibovtint -•, estaba, pie a tierra, el capitán brutos López, segundo en el mando, quien al ver en lierra, al jefe corrió en su auxilio; anduvo muy pocos pasos y también rodó sin vida; partes. Los soldados con gran entusiasm venía, recorriendo 1; líntonces, parle de h